Dame unas cervezas e iré a donde tú quieras

Esto me encontre a la entrada de la casa donde fue la fiesta

Esto me encontré a la entrada de la casa de la fiesta

Abro los ojos. Es domingo por la mañana. Un dolor de cabeza de esos que empiezan en el cuello y acaban en lo más profundo del cerebro no me deja moverme. Cómo pesan los años, no recordaba ya qué era eso de la resaca. Bufff… Me debato entre dos opciones: levantarme a por un ibuprofeno o intentar volverme a dormir. Opto por el ibuprofeno. Me arrastro a la cocina a por leche y galletas. Lo último que quiero es tomarme uno con el estómago vacío. De vuelta en la cama,  me entretengo engañando a la resaca con los recuerdos de la fiesta de la noche anterior.

Cerveza.

Todos los invitados a la fiesta vestidos de mujer.

Más cerveza.

Ah, y una conversación con Sam, colega canadiense, sobre escalar Mount Sabre dentro de dos días. Salir el lunes por la tarde y volver el jueves. Bueno, el típico plan de motivados en una fiesta. «Si escalo Mount Sabre creo que cumplo objetivos del año» – debí pensar entre pinta y pinta. Es otra liga, desde luego.

Cuando el ibuprofeno me saca de la discapacidad más absoluta, consigo subirme en la furgoneta y poner mi culo en la universidad para trabajar en mi tesis. Echo un vistazo a la previsión del tiempo y… mal. Bueno, regular. Mal para comprometerse a un viaje con una aproximación larguísima para que luego nos llueva en plena vía. Mount Sabre no va a funcionar. No esta vez.

Me jode que los planes se desmoronen por culpa del tiempo mierder. Vuelvo a mirar el tiempo, como quien vuelve a la nevera para ver si hay algo de comer. Parece que al este de las Southern Alps el tiempo va a aguantar. Le propongo a Sam que nos vayamos el jueves a trepar Mount Aspiring. Lo llaman el Matterhorn de Nueva Zelanda, es una montaña preciosa. Técnicamente no es demasiado difícil, pero no deja de ser una vía alpina clásica de puta madre.

Vista aérea de Mount Aspiring. La cresta rocosa es la via noroeste.

En la Isla Sur de Nueva Zelanda el concepto de «predicción meteorológica» es algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados los madrileños. Las predicciones meteorológicas son más o menos fiables para el día siguiente, pero mas allá de un día, las cosas son completamente aleatorias. ¿Para qué, entonces, hacen predicciones de 5 días si luego las van cambiando? La verdad es que no lo sé. En fin, el caso es que a lo largo de la semana, la predicción del tiempo fue empeorando, y nuestro (segundo) plan empezó a tambalearse. Joder. Vaya mierda. La previsión era: viernes sol, sábado sol, domingo algo de lluvia. ¿Qué más dará un poco de lluvia un domingo en el campito? Bueno, merece le pena que describa un poco la ruta.

Mount Aspiring es una montaña clásica de Nueva Zelanda principalmente porque estéticamente es preciosa. Una pirámide de 3.000 metros con la cumbre nevada y rodeada por glaciares, cuya vía mas sencilla a la cumbre es un grado 2 alpino (sistema de grado neocelandés). Esa vía es la cresta noroeste. La misión que teníamos que llevar a cabo para llegar a la cima desde Dunedin era la siguiente: conducir 4 horas y media el jueves por la tarde después de trabajar hasta el parking que hay en el valle de Matukituki, en las inmediaciones de Wanaka. Desde ahí, son 10 km hasta un refugio de montaña, que se pueden hacer en bici de montaña. Desde ese refugio, que está a 500 metros de altitud, hay que recorrer el valle de Matukituki hasta llegar al collado y empezar a ganar altura a lo bestia. A los 1.850 metros de altura se llega al glaciar de Bonar que hay que cruzar más o menos manteniendo la altura. Se llega así al refugio de Colin Todd, al pie de Mount Aspiring. Desde ese refugio empieza la ruta propiamente dicha hasta la cumbre, que está a 3.033 metros.

Esta ruta requiere 3 días por lo menos desde el parking, ida y vuelta. Es mucho desnivel y tiene un par de momentos un poco complicados. No es senderismo. Desde el parking (400m de altitud) hasta la cima de Aspiring son 30 km de camino en los que se acumulan 2.600 metros de subida. Y eso todo hay que bajarlo luego, claro.

Sabíamos que en la aproximación, antes de alcanzar el glaciar de Bonar, hay unas placas muy empinadas que son difíciles de negociar, y desde luego muy peligrosas si ha llovido (o en la oscuridad). Por eso teníamos claro que de ninguna manera íbamos a descender bajo la lluvia, así que o bien cambiaba la predicción de lluvia para el domingo, o bien bajábamos el sábado. Para bajar el sábado, claro, había que darse un palizón brutal después de un día anterior bastante durito.

Aun así, decidimos confiar en la suerte. ¿Y si el tiempo cambiara y nos agraciara con un domingo sin lluvia?

Sobre las 5 de la tarde salimos de Dunedin en dirección a Wanaka a bordo de Dorothy, la siempre fiel furgoneta Toyota.