Cresta Este de Mount Edgar Thompson

Panoromica desde la cumbre

Escalar en primavera en Nueva Zelanda es un poco como jugar a la quiniela. Por mucha información que tengas, hasta que no acaba la jornada no tienes ni puta idea de cómo te ha ido. Y es que por mucha predicción meteorológica que consultes y por mucho que te prepares para las condiciones que vas a encontrar, las temperaturas varían tan rápido que es imposible saber si la nieve va a estar bien o va a ser un suplicio llegar a la cumbre.

Como está lloviendo día sí y día no, es complicado encontrar un hueco para escalar montañas grandes. Javi, Sam y yo decidimos aprovechar un domingo que se preveía bueno, en un sandwich de lluvia y nieve el sábado y el lunes. Elegimos una de esas montañas que se pueden subir en un día y que, al mismo tiempo, tienen algo de «escalar» además de andar.

Mount Edgar Thompson es (supuestamente) un grado 2 en el parque natural de Mount Cook. Son solo 2379m de altura, pero el valle está a 700m, así que se ganan unos cuantos metros. Lo bueno es que desde el mismo momento en el que sales del coche, empiezas a subir. Nada de andar por valles planos durante horas.

Salimos el sábado de Dunedin por la tarde, y tras unas 4 horas al volante, llegamos al Unwin Lodge, un refugio del NZ Alpine Club que es más un hotel que otra cosa. Espectacular. Cenamos y nos metimos a la camita. Antes de dormirme, me leí unos pasajes de una biblia que encontré en el Unwin. Durito el Génesis…

:(

Hasta el fondo :( (Foto de Sam)

En fin, como estaba lloviendo por la noche, tampoco pudimos salir muy pronto a trepar, y hasta las 6am no estábamos andando. Luchamos un poco para subir a la cresta contra arbustos y demás vegetación subalpina, y acabamos empapados (polainas por Dios, polainas). A eso de las 8 de la mañana estábamos en la cresta. Yo, con los pies empapados. La nieve estaba fatal, parecía granizado. Claro, cada vez que se me hundía un pie, como no llevaba polainas, pues se me rellenaban un poquito más de agua las botas. Y gracias a la nieve, el agua se mantenía alrededor de unos agradables cero grados. Al cabo de un rato, era como si no tuviera pies. Oye, qué gusto.

La descripción de la guía dice que antes de llegar a la cumbre, hay que salir de la cresta para subir por las pendientes de la cara sur. Pero como somos un poco cabezones, pues decidimos quedarnos en la cresta, y hacer toda la vía por ahí. Incluso salimos un poco a la cara norte de la cresta, en plan alpinismo creativo. La nieve: poca y mojada. Pero por lo menos un sol y unas vistas espectaculares. Los últimos cien o doscientos metros fueron suavecitos, y la cima bastante plana. Así que a eso de las 10 de la mañana hacíamos cubre, fotitos, y hala, media vuelta para recuperar mis muñones.

El grado 2 no sé dónde estaba. Comparando la dificultad con la cara suroeste de Brewster, que es un 2+, nos pareció más bien un grado 1. Y eso que no trepamos por las pendientes de la cara sur, que eran mucho más asequibles (y que usamos para el descenso). Trotando, llegamos al coche tras 7 horas exactas de camino. Con tiempo de sobra para conducir de vuelta esas 4 horas a Dunedin escuchando Iron Maiden a todo trapo.

GPS de nuestro recorrido en Strava.

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