Escalar granito es todo un mundo por descubrir, siempre y cuando tengas dinero que gastar en pies de gato y cuerdas, porque no duran ni medio asalto. En fin, ahora que me he puesto a conocer la sierra de Madrid, pues una de las trepadas que estaban en lo alto de mi lista era el Espolón Manolín, en La Cabrera. Es una de las vías más largas de la Comunidad de Madrid, y sale a unos seis largos cortitos (210 metros) a un máximo de V+ (un par de largos de ese grado). Tiene algunas chapas, pero hay un par de largos casi completamente en autoprotección. Además, TODAS LAS REUNIONES EQUIPADAS. Escalada clásica para las masas a diez minutos andando del coche. Spain is different.
El día antes de marcharme a El Chorro, tuve la desfachatex de levantarme a las 11 de la mañana (lo que se dice madrugar, pues no…) para irme con Maud a La Cabrera. Eso sí, después de un desayuno tranquilo con tostadas y tomate… Muy poco alpino, pero esto es Madrid, oigan.
Cogimos el Golf tuneado de mi hermano, con rosario colgando del retrovisor y cristales tintados incluidos, y nos plantamos en la base del Pico de la Miel. Estaba algo nublado, y siendo principios de enero, pues hacía una rasca de cojones. Pero oye, más frío y más fricción, ¿no? Pues a eso de las 12:30 del mediodía empezábamos a escalar. Habiendo llovido el día anterior y siendo entre semana, estábamos solos en una de las vías más masificadas de Madrid. Ser un triste estudiante de doctorado tiene alguna ventaja al fin y al cabo.
Tengo que reconocer que la vía es buenísima. Prácticamente cada largo tiene algo interesante, con bavaresas y problemillas técnicos pero a un nivel muy asequible. El grado me pareció similar al 17 neozelandés, que es lo que más o menos me esperaba. Además, la protección es muy buena y estando las reuniones equipadas se puede hacer a toda velocidad en medio día.